Masculinities & Social Change
Volumen 13, Número 1, 21 de febrero de 2024, Páginas 20 41
Autor(s) 2024
http://dx.doi.org/10.17583/mse.12044
Los Hombres También Sienten: Consecuencias de la Masculinidad Tradicional en la Salud Mental y Relaciones de Hombres Ecuatorianos
Marie-France Merlyn, Liliana Jayo, Francisco X. Morales y Rodrigo Moreta-Herrera
Resumen
El objetivo de la presente investigación fue explorar las posibles consecuencias de la adhesión a los valores de la masculinidad tradicional en el bienestar mental de los hombres ecuatorianos, sus relaciones e interacciones sociales. Participaron en este estudio descriptivo, exploratorio y comparativo 1044 hombres ecuatorianos de 18 a 35 años de edad (µ= 23.23; D.E.= 3.06), quienes completaron el Cuestionario del Estudio de Masculinidad y Bienestar. Los resultados muestran que los hombres que se identifican con la masculinidad tradicional están más satisfechos con su vida y presentan menor riesgo de depresión; sin embargo, también están más desconectados de sus emociones, presentan conductas de riesgo (accidentes de tránsito, peleas), muestran dificultades para intimar en sus relaciones personales, y tienen problemas en sus interacciones sociales en lo referente a homofobia, bullying y acoso sexual. Se concluye que el aparente bienestar proviene de la conformidad con la norma social, pero que el costo de adherir a la masculinidad tradicional es alto en el plano emocional y relacional.
Palabras clave
Masculinidad tradicional, consecuencias, salud mental, relaciones, violencia.
Al nacer, al bebé con genitales masculinos se le atribuye un sexo biológico: hombre. Sin embargo, ser hombre llega a representar mucho más que esto, pues los seres humanos se inscriben dentro de una cultura que da significados a estos términos, generando, de acuerdo a Gómez (2014), prescripciones acerca del modo adecuado de ser mujer u hombre y de lo que se espera de cada grupo sexual (p.57). Según el autor, este conjunto de contenidos culturales simbólicos y normativos es denominado género. Dentro de cada cultura, los individuos aprenden entonces que existen discursos que caracterizan lo adecuado para el actuar de varones y mujeres (dentro del género), y los van interiorizando; estos discursos forman parte de su identidad, y configuran en el caso de los hombres, una noción de masculinidad (Rondán, 2015).
En realidad, no existe solo un tipo de masculinidad. Muchos autores sugieren usar el término masculinidades, porque existen diversas maneras de ser hombre dentro de una cultura (Nava, 2017). El uso del término masculinidad en singular se reserva en la literatura para referirse a aquella que es hegemónica y a la tradicional; aunque ambos términos se refieren a aspectos relacionados con la masculinidad, su enfoque y significado son diferentes.
Por un lado, la masculinidad hegemónica es aquella que domina en una cultura, aunque otras formas de masculinidad puedan coexistir con ella; también legitima al patriarcado y establece a los hombres como dominantes y a las mujeres como subordinadas (Connell, 1995, 1996, 1997; Connell y Messerschmidt, 2005), pero que también permite el ejercicio de poder de algunos varones sobre otros varones. La coexistencia de la masculinidad hegemónica con otras masculinidades no garantiza entonces la igualdad entre ellas, porque muchas veces hay un ejercicio de poder de la masculinidad tradicional sobre las otras (Demetriou, 2001; Schöngut Grollmus, 2012). En palabras de Delgado (2021): que sean múltiples no significa que sean horizontales (p.22). En esta dinámica, pese a su subordinación, las otras masculinidades sostienen a la hegemónica porque se benefician muchas veces indirectamente de ella; la posibilidad de obtener alguna ganancia puede resultar sumamente atractiva para el resto de los hombres, quienes se resisten a renunciar a ello. De hecho, no son únicamente los otros varones sometidos las que la avalan, sino a veces lo hacen las propias mujeres, aceptando el dominio ejercido sobre ellas (Connell, 2012). Esta dominación, ejercida en diferentes niveles y a través de diferentes mecanismos sobre todos (mujeres y hombres), sostiene la estructura patriarcal, misógina y machista de la sociedad. Este análisis ayuda a entender además la resistencia cultural e ideológica que existe en países de Latinoamérica a abordar estos temas en varios ámbitos sociales, tanto educativos, como políticos (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2017) y académicos (Domingo, 2013; López et al., 2011).
Por otro lado, el término masculinidad tradicional se refiere a la masculinidad que se basa en las normas y estereotipos de género asociados con los hombres en una determinada cultura o sociedad. El modelo tradicional vincula lo masculino a características como independencia, agresividad, competencia, asumir conductas temerarias y violentas (De Keijzer, 2006). Para describirlo, Heilman, Barker y Harrison (2017) acuñaron el tema de caja de la masculinidad. El término alude a un conjunto de creencias transmitidas por los padres, las familias, los medios de comunicación, los pares, las mujeres y otros miembros de la sociedad que presionan a los varones para que se comporten de una cierta manera (p.6). Según estos autores, ser un hombre de verdad se construye alrededor de siete pilares temáticos, que son expectativas que se tiene frente a lo que es ser hombre, expectativas que a su vez tienen consecuencias directas en la conducta y salud del varón: (1) autosuficiencia (sobre todo en la salud física y emocional), (2) ser fuertes (exigencia de defender siempre su reputación recurriendo a la fuerza, y ser invulnerables emocionalmente), (3) ser atractivo (estándar paradójico: deben verse y lucir bien, pero sin dedicarle esfuerzo), (4) roles masculinos rígidos (aspectos relativos a la división usual de las labores del hogar y del cuidado de los hijos basada en el género), (5) heterosexualidad y homofobia (al origen de la adhesión a ideologías de género radicales), (6) hipersexualidad (estar dispuesto a tener sexo siempre y ansioso de lograr más conquistas sexuales) y (7) agresión y control (uso normalizado y generalizado de la violencia y control sobre las mujeres).
Si bien entonces la masculinidad hegemónica no corresponde únicamente a la masculinidad tradicional -puesto que lo hegemónico puede incluir otras masculinidades- en un contexto en el que la masculinidad tradicional es la forma dominante, valorada y considerada como norma en una cultura, lo tradicional se convierte en hegemónico también. Este es el caso de varios países en Latinoamérica, entre ellos Ecuador.
En el estudio realizado por Heilman et al. (2017) con muestras de varones de México, Reino Unido y Estados Unidos, se encontró que aquellos que han interiorizado estos estereotipos (es decir que están dentro de la caja de la masculinidad), presentan afectaciones en varias áreas de su bienestar. Así, si bien se sienten más satisfechos consigo mismos (porque encajan dentro de la norma), presentan mayores índices de depresión e ideas suicidas, no reportan sentirse vulnerables en el plano emocional y tampoco buscan apoyo en estos temas, incurren más fácilmente en conductas de riesgo como emborracharse y conducir en estado de ebriedad y se implican más en actos de violencia: ejercer bullying y cometer acoso sexual. Estos hallazgos son concordantes con lo reportado por otros autores (Banco Mundial, 2019b; De Keijzer, 2006; De la Osa et al., 2013; Fernández et al., 2018; Ferrer y Bosh, 2016; Martínez, 2014; Schöngut Grollmus, 2012; Tájer et al., 2017).
La sociedad empuja entonces a los hombres a construirse dentro de una masculinidad que rechaza para ellos las emociones o los sentimientos, en la que sus roles son los de protector, proveedor, reproductor, su sexualidad se ejerce sin control y se ratifican los contactos con violencia. Paralelamente, los hombres mantienen el control a nivel social y ocupan los puestos de poder beneficiándose de ello directa, indirecta o parcialmente. En este contexto, y pese a estar reseñado en las estadísticas e investigaciones, el costo de identificarse con la masculinidad tradicional a nivel de la salud física y mental pasa desapercibido o se oculta (De Keijzer, 2006; Heilman et al., 2017).
Consecuencias de la Masculinidad Tradicional
La importancia de estudiar la identificación de los hombres con el modelo de masculinidad tradicional radica en las consecuencias a mediano y largo plazo que han sido reportadas a nivel de la salud y en las relaciones para ellos. Así, las consecuencias se verán ya desde la adolescencia, en donde la identificación con el modelo masculino tradicional les empuja a descuidar su bienestar, en términos de no acudir a sistemas de salud (Tájer et al., 2017), consumir alcohol (Fernández et al., 2018) y afectaciones en su sexualidad, ya que al asumir roles de género rígidos se ejerce un impacto en las visiones que tienen sobre asuntos como la homosexualidad, la prostitución y conductas sexuales (Hernández y Huertas, 2015; Lobato et al., 2016). Se evidencian así mismo consecuencias en las relaciones tempranas de pareja, por ejemplo, una mayor tendencia a actitudes sexistas y justificación de la violencia (De la Osa et al., 2013), o el ejercicio en pareja de violencia en entornos reales y virtuales (Muñiz et al., 2015). La afectación en la adolescencia se da también a un nivel más general, puesto que la identificación con los roles de género los predispone a ejercer más conductas agresivas (Giménez-García et al., 2014) y a establecer relaciones asimétricas de poder en el ámbito escolar, lo que deriva en actitudes sexistas y de violencia escolar (Iniesta e Invernón, 2015; Lomas García, 2007; Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura [UNESCO], 2019; Vélez, 2015).
Las consecuencias de vivir una masculinidad rígida y tradicional también se presentan en la adultez, empañando la salud integral del hombre en diferentes esferas; entre ellas, la sexualidad, primeramente, en cuanto a consumo de prostitución (Gómez-Suárez et al., 2015; Gómez-Suárez et al., 2016; Ranea, 2016) e insatisfacción en la vida conyugal (Rojas, 2012). Se ve afectada la salud física también, por ejemplo, en la renuencia a realizarse pruebas diagnósticas para la detección temprana del cáncer de próstata (Méndez, 2019; Rivero y Berríos, 2016). Las relaciones sociales no escapan a este efecto negativo, desde las expresiones más obvias de homofobia (Nascimento, 2014) hasta asuntos aparentemente más triviales en el plano laboral, como la renuencia para establecer equipos mixtos de trabajo (Salinas y Romaní, 2016).
A nivel emocional, sin embargo, el impacto es aún mayor, estableciéndose por ejemplo entre varones una comunicación afectiva de expresión violenta, a través de golpes, empujones y obscenidades (De la Cruz García et al., 2019) o con la identificación de masculinidad con enojo (Botello, 2017), problemas en el ejercicio de la paternidad (Agirre, 2016) e inclusive la vinculación entre identidad masculina y violencia de género (Ferrer y Bosch, 2016; Martínez, 2014). Se añaden a esto los mayores índices de depresión, suicidio y alcoholismo (Banco Mundial, 2019a, 2019b; Organización Panamericana de la Salud [OPS], 2020).
Entonces, aunque el modelo de masculinidad tradicional aparentemente beneficia al varón, dándole privilegios, también lo encasilla en un estilo de masculinidad que ejerce presión sobre él mismo, trayéndole consecuencias graves. Los estudios realizados al respecto subrayan la idea de que la adopción de un modelo rígido de masculinidad es peligrosa. En efecto, Kauffman (1997) considera que esto se constituye en un triple factor de riesgo, la tríada de la violencia, ya que el varón que se identifica con este modelo puede ejercer daño en tres niveles: 1) hacia las mujeres, niños y niñas, 2) hacia otros varones y 3) hacia sí mismos (De Keijzer, 2006; Véliz, 2017).
La presente investigación justamente quiere enfocarse en la relación que existe entre la adopción de una masculinidad rígida y sus consecuencias. Está clara la importancia que conlleva el intentar frenar la violencia ejercida en los dos primeros niveles (niños, niñas, mujeres y otros varones). Menos evidente resulta el tercer punto, la violencia que ejerce el propio hombre hacia sí mismo al adoptar esta masculinidad tradicional, en la cual la noción de autocuidado no es algo valorado, ya que el cuidarse o cuidar a otros aparece como un rol netamente femenino (De Keijzer, 2006, p. 4). Las estadísticas en nuestro país sobre el tema de salud mental muestran que existen claras diferencias en el tipo de afectaciones según el género. En el perfil de salud mental del Ecuador realizado por la OPS (2020) se afirma que: mientras los hombres se ven afectados principalmente por trastornos debido al consumo de alcohol, autolesión y suicidio, y dolores de cabeza, las mujeres son más afectadas por dolores de cabeza, trastornos depresivos y de ansiedad (OPS, p.2). Adentrándonos en el tema del suicidio, se puede observar que la tasa de mortalidad de varones por suicidio en el Ecuador es casi cuatro veces más alta que en mujeres: según datos del banco mundial, fue de 11.6 por 100.000 habitantes para los hombres vs 3.6 en mujeres (Banco Mundial, 2019a, 2019b).
El objetivo de esta investigación fue entonces recabar las consecuencias de la adhesión a los valores de la masculinidad tradicional en el bienestar mental de los hombres, sus relaciones e interacciones sociales. Para ello se exploraron los efectos en tres ámbitos: 1) en la satisfacción con la vida e indicadores de salud mental; 2) en las relaciones que mantienen, sus amistades y en el apoyo emocional y 3) en las interacciones sociales (en lo referente a la homofobia, bullying, acoso sexual y peleas).
Metodología
Este estudio es de carácter exploratorio y descriptivo.
Participantes
Los participantes en el estudio fueron seleccionados a través de un muestreo no probabilístico por conveniencia, con los siguientes criterios de inclusión a) participación voluntaria; b) 18 y 30 años; c) firma de un consentimiento informado para el uso de la información recolectada. El cuestionario estuvo abierto entre junio y diciembre 2022.
Participaron en total 1044 hombres ecuatorianos dentro del rango de edad solicitado, (µ= 23.23; D.E.= 3.06), principalmente solteros (96.1%), de la región Sierra (94.9%), de auto identificación mestiza (92%), residentes en zona urbana (83.95%), heterosexuales (92%), mayoritariamente de nivel educativo universitario y posgrado (68.4%)
Instrumentos
Cuestionario del Estudio de Masculinidad y Bienestar (Alter,2016).
Para poder usar este cuestionario se solicitó permiso a los autores del estudio de Heilman et al. (2017); una vez obtenida la autorización, se procedió a adaptar esta versión para poder ser usada en la población ecuatoriana en las preguntas pertinentes. Este cuestionario consta de varios bloques de preguntas: A) información demográfica, B) Bienestar, C) Actitudes, D) Temas sociales y E) Preguntas finales. La información que va a ser reportada en esta investigación proviene de las secciones B, C, D y E, tal como se detalla a continuación:
a) Sección B. Bienestar: Satisfacción con la vida, Sentimientos y emociones, Existencia de problemas de depresión, Ideación suicida
b) Sección C. Actitudes: Adhesión a los valores de la masculinidad tradicional
c) Sección D. Temas sociales: Amistades y situaciones de vulnerabilidad con amigos, Pedido de apoyo emocional y referentes de ayuda, Situaciones de Bullying, Situaciones de violencia.
d) Sección E. Preguntas finales: Consumo de alcohol e Involucramiento en accidentes de tránsito
Cabe recalcar que, si bien la mayoría de estos indicadores se miden a través de preguntas que deben ser contestadas en escalas tipo Likert, el cuestionario incluye tres instrumentos estandarizados detallados a continuación:
Escala de Afecto Positivo y Negativo -PANAS (Watson et al., 1988; Sandín et al., 1999).
Esta escala está constituida por 20 sustantivos que describen emociones positivas (ej.: motivado, entusiasmado, interesado, activo, entre otros y negativas (ej.: disgustado, hostil, irritable, nervioso, entre otros). El sujeto tiene que evaluar cuánto ha experimentado estos sentimiento y emociones a lo largo de la última semana, y ubicar su respuesta en una escala de tipo Likert de 5 puntos (1: Para nada; 5: Extremadamente). Los puntajes de emociones positivas y negativas se suman, permitiendo obtener un promedio de afecto positivo y negativo. Esta escala ha sido validada para población ecuatoriana (García y Arias, 2019). En esta investigación, ha sido usada para el indicador de Bienestar, en lo relativo a sentimientos y emociones.
El Cuestionario de Salud Mental del Paciente - Patient Health Questionnaire- 2 (Arroll et al., 2010).
Este instrumento, internacionalmente validado, sirve para el diagnóstico inicial de trastornos depresivos, al recabar a través de dos ítems la presencia de anhedonia y sentimientos de tristeza, depresión o desesperanza. Se utiliza para ello una escala de frecuencia en 4 niveles: para nada, algunos días, más de la mitad de los días, casi todos los días. En esta investigación, ha sido usada para el indicador de Bienestar, en lo relativo a existencia de problemas de depresión.
La Escala de la Caja de la Masculinidad - Men Box Scale (Heilman et al., 2017).
Se trata de una escala validada transculturalmente (Hill et al., 2020) para evaluar la adhesión a la masculinidad tradicional. El instrumento consta de 17 ítems a ser contestados en una escala de 4 puntos (1: totalmente en desacuerdo; 4: totalmente de acuerdo); puntajes más altos reflejan que el evaluado adhiere con más firmeza a una masculinidad tradicional. En esta investigación, ha sido usada para el indicador de Actitudes, para medir la adhesión a la masculinidad tradicional.
Procedimiento
El cuestionario fue trasladado a un formulario en Google Drive para facilitar su difusión a través del correo electrónico y en plataformas digitales y redes sociales. En la parte inicial del formulario constaba el consentimiento informado, en donde se explicaba a los hombres que su participación era voluntaria, así como se les informaba sobre los objetivos, alcances, riesgos y beneficios de la investigación. Todos los procedimientos fueron aprobados por el Comité de Ética para la Investigación con Seres Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Análisis de datos
Para poder analizar la información se eliminaron primero los formularios incompletos; luego se procedió al análisis de los datos a través del paquete estadístico SPSS versión 28 (IBM Corp., 2021). Se realizaron análisis en correspondencia con los objetivos en términos de estadísticas descriptivas, Chi cuadrado y comparaciones de medias con t de Student.
Resultados
Entre los participantes en el estudio, 76.1% han sentido que existe presión desde que eran pequeños para comportarse de una cierta manera por ser hombres. Esta presión proviene más por parte de las madres y los padres (44.8%) que de otras fuentes (amigos: 20.6%; pareja: 11%).
De la muestra tomada, 43.49% de los hombres adhieren a los valores de una masculinidad tradicional (están dentro de la caja) vs. 56.51% que no adhieren (están fuera de la caja).
A nivel del Bienestar General y la Salud Mental
Satisfacción con la Vida
Existe una mayor satisfacción en general con la vida en los hombres que están dentro de la caja que en los que están fuera (Dentro: µ=7.72, D.E.= 1.6; Fuera: µ=7.41, D.E.= 1.95; t= 2.729; p=.006**)
Indicadores de Salud Mental: Emocionalidad, Depresión, Suicidio y Conductas de Riesgo (alcohol, accidentes, peleas)
Los varones que están fuera de la caja tienen una media de afecto positivo significativamente más alta que los que están dentro.
Tabla 1
Afecto positivo y negativo (PANAS) en función de la adhesión a la masculinidad tradicional
Se observan porcentajes superiores en personas fuera de la caja para los indicadores de la posible presencia de depresión (puntajes del PHQ-2), que son significativos estadísticamente. En cuanto a los pensamientos suicidas, las diferencias no llegan a serlo.
Tabla 2
Presencia de depresión (PHQ-2) y pensamientos suicidas
No existen diferencias para la conducta de consumo de alcohol (Consumo una vez al mes o más: Dentro: 31.9%; Fuera: 32.2%; X2=.008; p=.928) pero sí las hay y son significativas en el involucramiento en accidentes de tránsito (Ha tenido en los últimos 12 meses uno o más accidentes: Dentro: 22.2%; Fuera: 14.1%; X2=11.822; p=.001**). También encontramos un mayor involucramiento en detener peleas físicas entre amigos o conocidos (Lo han hecho una vez o más: Dentro: 82.2%; Fuera: 74.4%; X2=8.920; p=.003**).
A Nivel Relacional
Satisfacción con las Relaciones
Se observa que no existen diferencias entre hombres que están dentro o fuera de la caja en la satisfacción en sus relaciones salvo en lo que respecta a ser sí mismo en la relación íntima o sexual, en donde los hombres que están fuera de la caja reportan significativamente más satisfacción.
Tabla 3
Satisfacción con las relaciones en general
Amistad y Situaciones de Vulnerabilidad
En todos los indicadores relativos a las amistades y a ponerse con ellas en situación de vulnerabilidad vemos que los porcentajes de hombres que se sienten cómodos con este tipo de situaciones fuera de la caja son más elevados que los que se encuentran dentro.
Tabla 4
Amistades y situaciones de vulnerabilidad
Los varones acuden poco a sus amigos para hablar de sus momentos difíciles y llorar, y esto es significativamente más elevado en el caso de los que se identifican con valores de la masculinidad tradicional.
Pedido de Apoyo emocional y Referentes de Ayuda
Los porcentajes de varones que no admiten sentirse tristes o deprimidos, adicionados a los que no piden ayuda cuando se sienten así, son elevados en ambos casos; sin embargo, existen diferencias significativas entre los que están dentro y fuera de la caja (X2= 30.795; p= .000***).
Tabla 5
Percepción de vulnerabilidad y búsqueda de apoyo
Cuando tienen problemas, los varones recurren a las siguientes fuentes de ayuda según lo que dijeron en la encuesta: primeramente, la madre (38.03%), seguida por la pareja romántica (27.46%) y por un amigo varón (22.77%); el padre solo está en sexto lugar (15.26%).
Problemas en las Interacciones Sociales
Homofobia
Los resultados muestran que los hombres que están dentro de la caja se comportan dentro de lo esperado socialmente para un hombre por miedo a parecer afeminados mucho más que los que están fuera de la caja. Sin embargo, en donde más se ve la influencia de la caja es en la posibilidad de tener amistades gais, en donde los porcentajes nos cuentan una realidad altamente diferente: solo el 38% de los que están dentro lo disfrutan, versus el 60.5% de los que están fuera.
Tabla 6
Homofobia y amistades
Bullying
Este es uno de los temas en donde más se observa la diferencia entre varones que están dentro o fuera de la caja: se puede ver que estar dentro de la caja expone más a los varones tanto a sufrirlo como víctimas, como a cometerlo, excepto la conducta de ser víctima de bullying verbal.
Tabla 7
Bullying como víctima o actor
Acoso Sexual
Se recabó la existencia de acoso sexual a través del siguiente ítem: ¿Hizo comentarios sexuales a una mujer o chica que usted no conocía, en un lugar público como la calle, su lugar de trabajo, su escuela/universidad, o en Internet o en un medio social? Los resultados muestran que los varones que están dentro de la caja han cometido acoso sexual hacia la mujer mucho más frecuentemente (Sí, una vez o más: Dentro: 30.6%) que los que están fuera (14.6%). La diferencia es significativa (X2=39.046; p=.000***).
Discusión
Los resultados encontrados en esta investigación confirman la existencia de consecuencias de la adhesión a la masculinidad tradicional para los varones, tanto a nivel del bienestar general y la salud mental como en sus relaciones y las interacciones sociales que mantienen.
En primera instancia, en lo relativo con la satisfacción con la vida, los resultados ratifican los del estudio de Heilman et al. (2017): los hombres que adhieren a la masculinidad tradicional presentan mayor satisfacción aparente con la vida, al conformarse con las normas sociales. Sin embargo, cuando nos adentramos en la realidad de la vivencia de estos hombres, vemos que en lo relativo a su salud mental, los varones dentro de la caja están más desconectados de su vivencia emocional. En este estudio se encontró que los hombres fuera de la caja tienen mayor probabilidad de depresión, lo que por un lado puede deberse a que hay más consecuencias para los hombres que no adhieren a los estándares sociales de la masculinidad tradicional. Sin embargo, los autores del presente estudio consideramos que existe otra explicación posible, y es que los hombres fuera de la caja tienen una mayor conciencia de sus estados emocionales y reconocen la presencia de los afectos como la depresión y la falta de interés, al contrario de sus pares que están dentro de la caja; esta capacidad de reflexión estimula la toma de consciencia de sí mismo, de sus debilidades, lo que puede provocar tristeza, sobre todo al no haber sido educados para gestionar adecuadamente el lado emocional. Aunque estos resultados difieren de lo que encontró el estudio original de Heilman et al. (2017), en donde los hombres que adhieren a los valores de la masculinidad en los tres países estudiados presentaron mayores índices de depresión, existe coherencia entre lo observado en cuanto a depresión y la satisfacción con la vida como se discutió al inicio, y qué, en suma, correspondería a una falta de conciencia o negación de las afectaciones en el plano emocional por parte de los varones que permanecen dentro de la caja. En cuanto a los otros indicadores de salud mental (ausencia de comportamientos de riesgo), por un lado, no se encontraron diferencias en cuanto al consumo de alcohol, pero en el ámbito de los accidentes de tránsito y las peleas físicas sí. Lo primero puede deberse a que en la sociedad ecuatoriana el consumo de alcohol es algo cotidiano (promedio de consumo de alcohol anual en hombres ecuatorianos: 7.4 litros, World Health Organization [WHO], 2018), aunque también hay la posibilidad de que, al tratarse de un tema delicado, exista una negación en reconocer el consumo real de alcohol. En cuanto a los accidentes de tránsito sí se observaron diferencias: los varones dentro de la caja tienen una mayor tendencia a involucrarse en accidentes de tránsito, seguramente por la asociación que se hace entre ser un verdadero hombre y asumir riesgos, vinculadas en el fondo al tema del poder. Esta tendencia ha sido encontrada en otros estudios también (Merlino et al., 2011). Se debe señalar que, en Ecuador, 83.8% de los fallecidos en accidentes de tránsito son hombres, principalmente conductores en la franja de 20 a 34 años de edad (Olivo-Cando, 2018), lo que nos muestra la importancia de trabajar en el tema de prevención a través de la deconstrucción de esta asociación entre masculinidad y agresividad y toma de riesgos al volante. El involucramiento en peleas físicas también es más frecuente en varones que están dentro de la caja, lo que nos muestra la importancia de trabajar en el tema de la agresividad, comúnmente asociada a la masculinidad (De Keijzer, 2006; Giménez-García et al., 2014).
En segundo lugar, se analizan las consecuencias encontradas a nivel relacional. Primeramente, no se observaron diferencias en el sentirse satisfecho con la capacidad de ser sí mismos en las relaciones de amistad, laborales y familiares; diferencia que sí se observó en el tema de la relación íntima o sexual, en donde los varones que están fuera reportan significativamente mayor satisfacción, seguramente porque logran talvez un nivel mayor de conexión con su vivencia sexual o íntima con su pareja. Todo apunta a que los varones que están fuera de la caja tienen una mayor conexión o relación con sus emociones, están más conscientes de ellas, lo que repercute positivamente en sus relaciones, permitiendo comunicar mejor con la pareja, ser probablemente más sensible al placer propio y del otro, lo que repercute en la satisfacción. Así, cuando se ahonda en la calidad de las relaciones amistosas, se encontró que los varones que permanecen dentro de la caja tienen dificultades en sentirse cómodos hablando de temas personales y emocionales, brindando apoyo a sus amigos en momentos difíciles, llorando con ellos o comentándoles de una situación fuertemente emocional por la que atraviesan. Aunque los hombres pueden ser capaces de establecer diferentes tipos de amistades, con diferentes niveles de conexión, las investigaciones sobre el tema han encontrado que las amistades de los hombres suelen ser evitativas de la intimidad emocional, parcas, serias, sobretodo en contextos tradicionales en donde existe una asociación entre intimidad y feminidad (Migliaccio, 2014). Los varones fuera de la caja, por el contrario, parecen gestionar mejor sus emociones, reconocerlas más fácilmente y eso mejoraría la vivencia relacional. De hecho, se encontraron también diferencias en cuanto al porcentaje de varones que piden apoyo en caso de sentirse tristes o deprimidos, en la misma dirección: los hombres dentro de la caja reconocen menos sus emociones de tristeza, niegan tenerlas y recurren en menores porcentajes a buscar ayuda por ello. Lo que muestra este hallazgo es un incorrecto funcionamiento de lo que se llama el sistema de cuidados, que es un sistema interno desarrollado en la persona que le permite ser capaz de cuidar en las relaciones a los demás, pero también ser capaz de solicitar el cuidado de los otros en situaciones de vulnerabilidad (Gómez, 2014). Una reflexión particular merece el tipo de referentes a los que se acude en búsqueda de apoyo; los varones reportan que suelen ser mayoritariamente figuras femeninas (madre y pareja), mientras que sus referentes masculinos ocupan el 3ero y 6to lugar (amigos y el padre). Esto es por un lado absolutamente concordante con la división de los roles de género y la atribución de la emocionalidad y todo lo que va ligado a ella a las mujeres. Por otro lado, el puesto que ocupa el padre como referente nos muestra que no es percibido como una fuente de apoyo adecuada (concordante con lo encontrado en el estudio de Heilman et al., 2017). Todo lo hallado respecto al manejo emocional de los hombres que adhieren a una masculinidad tradicional debe ser puesto en perspectiva con lo mencionado sobre las consecuencias de la mala gestión emocional a nivel de salud (Banco Mundial, 2019a, 2019b; Méndez, 2019; OPS, 2020; Rivero y Berríos, 2016; Tájer et al., 2017) , relaciones de pareja (De la Osa et al., 2013; Muñiz et al., 2015; Rojas, 2012) e interacciones (De la Cruz García et al., 2019; Ferrer y Bosch, 2016; Giménez García et al., 2014; Hernández y Huertas, 2015; Lobato et al., 2016; Martínez, 2014; Nascimento, 2014), para dimensionar la importancia de trabajar en este tema.
Finalmente, concentrándonos en los últimos hallazgos de esta investigación, vemos que donde más se vieron diferencias entre los varones que están dentro o fuera de la caja es en el ámbito de las repercusiones en las interacciones sociales. Por un lado, se ve que el asumir una masculinidad tradicional empuja a los varones a excluir la posibilidad de tener amistades gais o disfrutar de actividades por considerarlas afeminadas, ya que esto pondría en duda su masculinidad a los ojos de otros hombres, lo que además perpetúa conductas discriminatorias y homofóbicas. Por otro lado, en lo relativo al bullying, se ve que son más propensos a experimentar este en todos los ámbitos como víctimas y actores, a excepción del bullying verbal como víctima. Esto sin embargo debemos matizarlo, puesto que puede ser que los hombres no reconozcan a las conductas mencionadas como bullying, naturalización de las conductas verbales violentas como modo de interacción entre hombres (De la Cruz García et al., 2019). Finalmente, son llamativos los resultados en lo que se refiere al acoso sexual, en donde un tercio de los hombres que están dentro de la caja admiten haber realizado comentarios sexuales a mujeres en lugares públicos reales (calles, universidades, colegios) o virtuales (internet, medio social). Los autores consideramos que también en este ámbito existe una normalización de las conductas citadas, que se encuentran en la sociedad ecuatoriana fuertemente asociadas a la masculinidad tradicional: los hombres piensan que a través de ellas demuestran su hombría y su virilidad, ya que están cumpliendo con el mandato de género, y no creen estar cometiendo acoso sexual. Se trata entonces de una forma de violencia naturalizada: en nuestro país, 33% de las mujeres ha vivido alguna situación de violencia sexual (tipo de violencia que incluye las situaciones de acoso) (Fiscalía General del Estado, Escuela Politécnica Nacional, 2020).
Conclusiones y Limitaciones
En términos de salud mental, lo encontrado en este estudio concuerda con lo que se sabe sobre el tipo de expresión sintomática en el género (Alarcón Parco y Bárrig Jó, 2015): los hombres presentan más problemas en lo relativo a conductas externalizantes (conductas de riesgo, agresión, violencia) que a conductas internalizantes (como la depresión). Dando un paso más allá, se ve que estas consecuencias están más presentes si existe la adhesión a los valores y estándares de la masculinidad tradicional. Además, estas consecuencias se expresan sobretodo en el aspecto relacional y las interacciones sociales de los hombres.
Dentro de los límites de este estudio debemos recalcar que el principal es el de no poseer una heterogeneidad en la muestra de participantes, sobre todo en lo que concierne la región de proveniencia, la auto identificación étnica y el nivel educativo. Esto puede haber influido en algunos de los resultados. El que resalta más es el hecho de que más de los dos tercios de los hombres que participaron en el estudio se encuentran fuera de la caja, lo que los autores creemos que no refleja lo que se observa en la sociedad ecuatoriana. En efecto, las estadísticas de violencia de género nos revelan una historia de permanencia de valores machistas en la sociedad (65% de las mujeres han vivido algún episodio de violencia de género: Instituto Nacional de Estadísticas y Censos [INEC], 2019). La muestra con la que se trabajó está principalmente constituida por hombres con formación universitaria y de áreas urbanas. Se debe reflexionar también en el hecho de que este estudio ha apuntado a medir sobretodo la percepción de los hombres sobre su adhesión a los valores de la masculinidad tradicional, es decir el aspecto cognitivo de la actitud frente al tema. Sin embargo, las actitudes poseen tres componentes que interactúan entre ellos (cognitivo, afectivo-emocional y comportamental), que son los que predisponen a la persona a actuar de determinada manera, positiva o negativamente (Gómez, 2014), y estos no han sido recabados en el estudio. No se debe dejar de lado tampoco el hecho de que las personas viven dentro de una cultura y que esta puede ejercer presión sobre el individuo, en asuntos por ejemplo relativos a la violencia; así Galtung (2016) habla de la violencia cultural, que presiona a los individuos en sus actitudes, lo que finalmente puede derivar en el mantenimiento de estas actitudes tradicionales y machistas.
Finalmente, otros factores como la franja etaria con la que se trabajó, o la deseabilidad social frente a un tema que es polémico pueden haber influido en este y otros resultados. Por causa de la selección muestral también, el alcance de los resultados se ve limitando, ya que no se dispone de datos específicos por grupos para una mejor intervención en las consecuencias encontradas. Se sugiere que para futuras investigaciones se consideren estos puntos.
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