Social and Education History
Volumen 14, Número 1, 21 de febrero de 2025, Páginas 70 90
Autor(s) 2025
http://dx.doi.org/10.17583/hse.16240
Teorías Sociales del Odio: Análisis Geopolítico y Enfoques Pedagógicos para Contrarrestarlo
Pilar Rios-Campos, Nuria Rodríguez-Ávila y Pilar Rodríguez-Martinez
Resumen
En este artículo hacemos un repaso a las principales aproximaciones teóricas para visualizar cómo el odio ha sido teorizado desde inicios del siglo XX hasta la actualidad. Nuestro objetivo es explorar las principales teorías y perspectivas sobre el odio, visualizar cómo estos enfoques han sido presentados por diferentes pensadores/as, que han tratado de entender y explicar estos complejos fenómenos. Pretendemos también presentar cómo las pedagogías actuales se están desarrollando en la línea de los planteamientos de aquellos teóricos del odio como por ejemplo la Educación Cultural Responsable, feminista e incluso la pedagogía de la disconformidad o del punk rock. Al combinar teorías sociológicas con enfoques educativos, se puede desarrollar una comprensión más profunda del odio y observar qué estrategias efectivas que se están desarrollando en la actualidad para combatirlo y prevenirlo en el contexto educativo.
Palabras clave
Odio, teorías sociales, geopolítica, determinantes del odio, aproximación pedagógica
A lo largo de la historia de la humanidad se puede observar como el odio y el mal han sido constantes, manifestándose de diversas formas a través de guerras, genocidios, discriminación, y violencia interpersonal. Su presencia en la vida de las personas y las colectividades ha tomado formas complejas y multifacéticas, que han sido objeto de estudio desde múltiples perspectivas como la sociología, psicología y, en su conjunto, por todas las ciencias sociales. En este artículo hacemos un repaso a las principales aproximaciones teóricas para visualizar cómo el odio ha sido teorizado en diferentes momentos de nuestra historia reciente y su relación con las teorías pedagógicas que se han desarrollado para contrarrestarlo.
Nuestro objetivo es explorar las principales teorías y perspectivas sobre el odio y el mal visualizando cómo estos enfoques han sido presentados por diferentes pensadores/as. Pretendemos también presentar cómo las pedagogías actuales desarrollan propuestas en la línea de los planteamientos de aquellos teóricos del odio como por ejemplo la Educación Cultural Responsable (Villasante et al, 2024), antirracista (Chung, 2024; Hisieh et al., 2023; Koss y Greenbaltt, 2023; Yoshimizu, 2023; Vilanova Becker and Alcaide, 2020), feminista (Nagashima y Lawrence, 2023) e incluso la pedagogía de la disconformidad (Chang et al., 2020) o del punk rock (Romero, 2021). Estas teorías deben ser ubicadas en la línea del espíritu de la esperanza contra la sociedad del miedo, ya que posibilitan nuevos acontecimientos precisamente cuanto más imposibles parecían (Han, 2024)
Al combinar teorías sociológicas con enfoques educativos, se puede desarrollar una comprensión más profunda del odio y observar qué estrategias efectivas se proponen para combatirlo y prevenirlo en el contexto educativo. Para ello empezaremos presentando cómo hemos recopilado los materiales de nuestro estudio y pasaremos a considerar qué se entiende por odio. Seguidamente presentaremos las teorías y los enfoques pedagógicos actuales que tienen en cuenta sus principales aportaciones.
Para desarrollar este trabajo, se ha llevado a cabo una exhaustiva revisión bibliográfica crítica. El objetivo ha sido recopilar y analizar las principales teorías sociales sobre el odio y el mal, abarcando una variedad de perspectivas teóricas y metodológicas. Para ello, se ha recurrido a una amplia gama de fuentes académicas, incluyendo manuales clave en la disciplina de la teoría social, artículos científicos publicados en revistas especializadas y obras clásicas de autores reconocidos en este campo. La revisión se ha enfocado en identificar los principales enfoques teóricos que explican la génesis y el desarrollo del odio y el mal, tanto a nivel individual como colectivo.
Además de las teorías clásicas y contemporáneas, la revisión ha incluido estudios empíricos recientes sobre la naturaleza del odio, su manifestación en diferentes contextos culturales y políticos, y los factores sociológicos que lo potencian o inhiben. Estas investigaciones han permitido contextualizar el fenómeno en el marco de las sociedades actuales.
En el caso de las propuestas pedagógicas recientes, se ha realizado una búsqueda en la base de datos de la web of science introduciendo los términos approaches to pedagogies and hate para los últimos 5 años. La búsqueda, realizada el dia 06 del 09 de octubre 2024 arrojó un total de 15 artículos. Presentaremos las propuestas al hilo de las teorías sobre el odio.
Buscamos comprender el odio y los elementos que conforman su definición, así como las diversas situaciones sociales en las que este sentimiento se manifiesta. Para ello, partimos de diversas conceptualizaciones encontradas en diccionarios clásicos y las realizadas por algunos autores relevantes. Sin embargo, las diferentes aportaciones presentan ciertas dificultades inherentes.
La RAE considera el odio como "sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien o algo" (RAE, 2023). La Real Academia Española (RAE, 2014) entendía el odio como antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea. Esta definición destacaba dos elementos esenciales: el rechazo hacia el objeto del odio y la intención de dañar al sujeto odiado. El Diccionario María Moliner (2013) también describe el odio como un "sentimiento violento de repulsión hacia alguien, acompañado de deseo de causarle o de que le ocurra algún daño". Este concepto coincide con el propuesto por la Real Academia Española (2014). Enfatiza tanto la intensidad como la persistencia de este sentimiento, además de su capacidad para provocar comportamientos perjudiciales.
Estas definiciones resaltan que el odio es un sentimiento de repulsa, pero no capturan completamente su complejidad ni las circunstancias sociales que pueden influir en su expresión. El odio puede surgir en muchos contextos, como en conflictos interpersonales, tensiones raciales, diferencias ideológicas o en situaciones de injusticia percibida. Además, es importante considerar que, no solo es un sentimiento individual, sino que puede manifestarse de manera colectiva y estructural, influenciado por factores históricos, culturales y políticos. Según los estudios en psicología y sociología, el odio puede ser alimentado por el miedo, la ignorancia y la desinformación, y puede llevar a comportamientos discriminatorios y violentos (Allport, 1954; Staub, 1999).
Las definiciones del odio desde el ámbito de las ciencias sociales sí tienen en cuenta la dimensión colectiva en su definición. Por ejemplo, Gordon Allport describió el odio como una forma extrema de prejuicio, que se manifiesta en actitudes y comportamientos violentos y discriminatorios. Según Allport, el odio es una forma exacerbada de aversión hacia un individuo o grupo, caracterizada por un sentimiento intenso de animosidad y desprecio (Allport, 1962).
José Antonio Marina y Marisa López (1999), en su Diccionario de los sentimientos, definen el odio como "la percepción de algo o alguien que provoca un sentimiento negativo, de aversión o irritación continuada, que se prolonga con un movimiento en contra para aniquilarlo, o un deseo de alejamiento" (Marina y López, 1999, p. 420). Esta definición añade una dimensión temporal y un deseo de destrucción o alejamiento, subrayando la naturaleza duradera y activa del odio. Adicionalmente, Pérez de la Fuente (2024) en su análisis sobre el odio, lo describe como "una emoción humana que consiste en desear causar mal, como mal, a una persona, o un género de personas o animales objeto, tiene tendencia a ser permanente circunstancia temporal y frío y podría tener como causa la ira que crece hasta el odio-, la envidia, el resentimiento o el asco" (Pérez de la Fuente, 2024, p. 84-85). Esta definición aporta la idea de que el odio puede surgir de otras emociones negativas, como la ira, la envidia, el resentimiento o el asco, y que tiende a ser una emoción fría y duradera.
Las definiciones de odio y del mal varían según las teorías sociales y tienen diferentes enfoques. La psicología trabaja principalmente las emociones aversión o repulsión hacia una persona, grupo, o cosa, generalmente acompañada de deseos de causar daño o sufrimiento. Puede surgir de experiencias personales negativas, prejuicios, o conflictos no resueltos. Por otro lado, la sociología estudia la actitud profundamente negativa que una persona o grupo tiene hacia otro, caracterizada por el desprecio y la hostilidad. En la sociología, se analiza cómo se perpetúa el odio en las estructuras sociales y cómo afecta a las relaciones entre grupos. En cuanto a la filosofía, el odio puede ser entendido como una respuesta emocional que va en contra de la virtud del amor y la benevolencia.
Con las definiciones anteriores hemos elaborado una nube de palabras (ver Figura 1). Se puede observar que el odio está relacionado con alguien, con alguna persona, supone un movimiento, un deseo, que pretende causar y probablemente viene acompañado de- irritación, asco, envidia, resentimiento, ira, hacia alguien (una persona). Responde a un deseo intenso de causar daño hacia un objeto o individuo. Esta nube de palabras no expresa la dimensión colectiva -o social- del odio.
Figura 1
Nube de palabras de las definiciones de Odio
Fuente. Elaboración propia a partir de WordCloud. (2024).
Sociológicamente, el mal puede ser interpretado como acciones o sistemas que perpetúan la opresión, la injusticia y el sufrimiento. Esto incluye instituciones y estructuras sociales y políticas que causan daño sistemático a grupos o individuos. Se presenta con la hostilidad y prejuicio hacia un grupo basado en el estatus migratorio, género, religión, sexo, orientación sexual, etc. (por ejemplo, racismo, homofobia, misoginia). Esta visión del odio y el mal, entendidos como un fenómeno que se gesta en un contexto social, inspira a las pedagogías críticas que resaltan una educación responsable culturalmente (Villasante, et al., 2024).
La contextualización del estudio del odio por parte de las teorías sociales es un campo complejo, ya que las experiencias individuales y colectivas relacionadas con este fenómeno se distribuyen y afectan a diferentes regiones y comunidades en el mundo, y no es un fenómeno nuevo. En este sentido, es importante tener en cuenta el contexto político para comprender por qué se han desarrollado a través de la historia y comprender las tensiones étnicas y religiosas, y las políticas nacionales que influyen en la prevalencia y la naturaleza del odio y cómo se define en las diferentes épocas. En Europa, el aumento del nacionalismo y la xenofobia ha llevado a un incremento del discurso contra inmigrantes y minorías étnicas, pero las teorizaciones más importantes surgen en torno al Holocausto de la segunda guerra mundial.
En la figura 2 podemos visualizar los principales autores que han trabajado sobre el odio, según lugar en el que desarrollaron su trabajo profesional.
Figura 2
Contextualización de los teóricos del Odio según Áreas Geográficas de Influencia de sus Aportaciones
Fuente. Elaboración propia.
Los principales autores europeos nacieron entre finales del siglo XIX y principios del XX, en un contexto en el que tiene lugar la Primera Guerra Mundial, la crisis de los años 20 y la Segunda Guerra Mundial. También destaca los orígenes judíos de varios de ellos, y el hecho de que vienen del campo de las ciencias sociales. Sus teorías se focalizan en estudio de del odio desde distintas perspectivas. Los autores más destacados son Sigmund Freud, Erich Fromm, Konrad Lorenz, Hannah Arendt, Albert Bandura y Ervin Staub. Tres de ellos emigran a Estados Unidos donde desarrollan sus teorías. En la tabla 1 presentamos los principales teóricos del odio atendiendo a su fecha de nacimiento y fallecimiento, los factores del odio y del mal que destacan, su nacionalidad, dónde desarrollaron su vida profesional y la Universidad a la que pertenecieron. Los principales autores americanos destacan por estar más relacionados con la segunda parte del XX y el contexto histórico de la 2º Guerra mundial, la guerra fría y la guerra del Vietnam. Como señala Staub,
There was hope after World War I1 that the horrors of the Holocaust, Nazi Germany's crusade against Jews, and the killing of millions of other people would bring such violence to an end forever. Instead, collective or group violence has become commonplace in the second part of the 20th century. Cambodia, China, Indonesia, Tibet, East Timor, Argentina, El Salvador, Chile, Guatemala, Colombia, Bosnia, and Rwanda are only some of the better-known places where such violence has been perpetrated. Its forms have also been numerous, including genocide, mass killing, abductions or disappearances of large numbers of individuals, and widespread torture (Staub, 1999).
Como se observa en la tabla, los estudios sobre este tema tomaron un impulso determinante a partir de la Segunda Guerra Mundial, por el impacto que produjo los sucesos acaecidos en la Alemania nazi, y no es casualidad que, gran parte de estos trabajos, provengan de personas que sufrieron personalmente estos hechos.
Tabla 1
Teóricos Sociales del estudio del Odio
Fuente. Elaboración propia.
Estas teorías enfocan el estudio del odio como impulso primario (Sigmund Freud, Konrad Lorenz y Erich Fromm) o como un fenómeno que tiene que ver con la formación de grupos (Alport) el odio como respuesta a la situación de frustración y provocación (Leonard Berkowith) como respuesta a la identidad percibida de los otros como malvados (Roy Baumeister), como instrumento para conseguir objetivos (Albert Bandura), como expresión de tensiones socioeconómicas, conflictos étnicos o desigualdades de género (Ervin Staub, y Robert J. Sternberg) o en el marco de las relaciones de poder, responsabilidad individual y obediencia a la autoridad (Hannah Arendt, Stanley Milgram y Philip Zimbardo). Las pedagogías actuales buscan reflexionar sobre esas experiencias en el marco educativo, buscando formas de construir un nosotros-as desde un punto de vista crítico que resalta el compromiso de las docentes y estudiantes para producir y poner en marcha pedagogías decoloniales, antirracistas y feministas (Yoshimizu, 2023).
Tabla 2
Explicaciones del Odio y Pedagogías para Corregirlo
Fuente. Elaboración propia.
Seguidamente presentaremos la explicación que ofrece cada uno de los autores aludiendo a las propuestas pedagógicas que tienen como objetivo prevenir las actitudes y comportamientos relacionados con el odio.
Sigmund Freud (1856 Austria-1939 Inglaterra) exploró los orígenes del odio mediante su teoría de los instintos humanos y la dinámica intrapsíquica. Desarrolló estas ideas en un contexto histórico marcado por conflictos sociales y bélicos, que influyeron notablemente en su comprensión de las fuerzas destructivas inherentes al ser humano. El período en el que Freud desarrolló estas ideas, especialmente tras los horrores de la Primera Guerra Mundial y durante el ascenso de los totalitarismos en Europa, reforzó su interés en la destructividad humana y la violencia. Estos eventos históricos llevaron a una revaloración de sus teorías sobre el instinto de muerte y su influencia en el comportamiento humano (Lander, 1998).
Freud plantea que, el comportamiento humano, está motivado por dos instintos fundamentales: Eros, el instinto de vida, que impulsa a la preservación y la creación, y Thanatos, el instinto de muerte, que impulsa a la destrucción y la agresión. Así, el odio puede considerarse una manifestación del instinto de muerte dirigido hacia el exterior, una manera de canalizar la agresividad innata del individuo hacia otros para aliviar la tensión interna (Freud, 2015).
Plantea la idea de que el odio puede surgir como una respuesta a experiencias tempranas de frustración y rechazo. Freud argumenta que, durante la infancia, las experiencias con las figuras parentales son cruciales. Un niño que se siente rechazado o no amado puede internalizar estos sentimientos de odio y proyectarlos hacia otros en la adultez (Freud, 2015).
Un concepto clave para entender el odio es el mecanismo de defensa del desplazamiento, que implica transferir sentimientos y emociones de un objeto que causa ansiedad a otro objeto menos amenazante. Por ejemplo, una persona puede desplazar su odio hacia una figura autoritaria en su vida hacia un grupo social estigmatizado, permitiendo al individuo manejar su odio de manera más segura.
Otro de los autores vinculados al odio como impulso primario es Erich Fromm (1900 Alemania- 1980 Suiza), psicoanalista alemán de origen judío ortodoxo, tuvo que huir a los Estados Unidos a los 30 años, cuando los nazis se hicieron con el control de su país. Desde una perspectiva psicoanalítica, plantea que el odio puede ser una manifestación del conflicto interno entre el impulso de muerte (Thanatos) y el impulso de vida (Eros). En este sentido, el odio no es simplemente una emoción negativa, sino una expresión de la lucha entre estas fuerzas opuestas dentro del individuo.
Además, examina cómo las estructuras sociales y culturales pueden fomentar el odio y la agresión. Estos fenómenos también pueden ser el resultado de que los individuos se sienten marginados, oprimidos o amenazados por otros grupos, y buscan chivos expiatorios para canalizar su frustración y enojo. Fromm argumenta que las sociedades basadas en la dominación, la explotación y la desigualdad tienden a generar resentimiento y hostilidad entre diferentes grupos sociales.
El odio también puede ser resultado de la alienación y la falta de conexión interpersonal en la sociedad moderna. En un mundo caracterizado por la competencia, el individualismo y la superficialidad de las relaciones humanas, las personas pueden experimentar un profundo sentido de vacío y desesperanza, lo que puede alimentar sentimientos de hostilidad hacia sí mismos y hacia los demás (Fromm, 1977).
Para Konrad Lorenz (1903 Austria-1989 Austria), un etólogo reconocido, argumentó que los humanos tienen un instinto agresivo innato como una adaptación evolutiva. Después de terminar sus estudios, se mostró partidario de las ideas eugenésicas promovidas por Hitler y trabajó en colaboración con el régimen nazi como psicólogo. Aunque más tarde intentó desvincularse de esta ideología y expresó su desaprobación del genocidio, en su momento fue un colaborador activo.
Lorenz estudia la agresión en los animales. Argumenta que los humanos también tenemos un instinto agresivo innato. Es más bien parte del sistema de organizaciones que mantienen la vida, sin embargo, también corren el riesgo de destruirla si no funcionan correctamente. Así, las acciones dañinas resultan únicamente del mal funcionamiento del instinto. Lorenz creía que la agresión se acumula constantemente y que, tarde o temprano, hay que descargarla. Sin embargo, a diferencia de los animales, los humanos no suelen tener oportunidades preparadas para una descarga significativa de agresión. Como estos impulsos son inevitables, deben canalizarse hacia formas socialmente aceptables. Este proceso también se llama catarsis (Lorenz, 1972).
El odio visto como impulso primario tiene una respuesta en las pedagogías que buscan canalizar la agresividad, mediante actividades que no provoquen daño a otras personas. El juego y el deporte son actividades que podrían permitir a los y las adolescentes poner en práctica esos procesos de catarsis. Como señala Achavar Valencia (2019, p. 117), Freud consideraba que el juego expresaba los aspectos reprimidos por la sociedad y compensaba la ansiedad y los traumas, constituyendo un espacio libre, seguro y sin límites.
Pasaremos ahora a considerar las explicaciones del odio que tienen que ver con la formación y la dinámica de los grupos sociales. Entre los autores que trabajan este aspecto esta Gordon Allport (1897 EEUU-1967 EEUU) vivió en una época de gran agitación social en Estados Unidos, incluyendo la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Fue fuertemente influenciado por el psicoanálisis y argumentó que el odio surge de la interacción compleja de factores psicológicos, sociales e históricos. Las actitudes de odio, según Allport, se aprenden y se refuerzan a lo largo del tiempo a través de mensajes negativos y estereotipos hacia el grupo objetivo. Allport también subrayó la importancia de los factores históricos y culturales en la configuración de las actitudes de odio (Allport, 1962).
En su análisis distingue entre el odio como un fenómeno individual y como un fenómeno grupal. A nivel individual, el odio puede surgir de experiencias personales negativas o de la internalización de creencias y valores discriminatorios. A nivel grupal, el odio puede ser alimentado por procesos de favoritismo intragrupal (in-group favoritism) y degradación extragrupal (out-group derogation), donde los individuos se identifican estrechamente con su propio grupo y desprecian a los grupos externos. Estos no constituyen simplemente un exogrupo, sino un exogrupo que podría dañar al endogrupo si no se hace nada al respecto. Las personas son vistas como parte de un exogrupo más que como individuos, mientras que los miembros del endogrupo son vistos como individuos. Esta percepción hace que sea mucho más fácil infligir daño a los individuos del exogrupo. Si un miembro de un exogrupo no parece encajar en el estereotipo, es fácil etiquetarlo como una excepción (Allport, 1962).
Alport ha inspirado muchas de las teorías actuales sobre los discursos de odio. Las propuestas de las pedagogías actuales pasan por proponer otra manera de construir la identidad de la gente. Algunas de ellas, se centran en el desarrollo de la empatía (Tan y La Londe, 2024), como virtud y como herramienta para abordar la relación con los otros-as. Asumir roles de otros-as permite situarse en su lugar y entender sus puntos de vista.
Leonard Berkowitz centró su investigación en comprender los procesos cognitivos y emocionales que subyacen a las expresiones de odio y violencia. Identificó la frustración y la provocación como orígenes clave del odio. Su teoría del "modelo de agresión-frustración" defiende que el odio puede surgir como resultado de una combinación de factores internos y externos. La exposición a estímulos provocativos, como la frustración o la provocación, puede desencadenar la ira en los individuos. Esta ira puede convertirse en odio cuando se atribuye a un objeto o grupo específico y se acompaña de un deseo de infligir daño hacia ese objeto o grupo. Cuando las expectativas de un individuo son bloqueadas, esto genera una agresividad que puede escalar a odio si no se resuelve adecuadamente (Berkowitz, 1996).
Berkowitz también destaca el papel de los procesos cognitivos en la amplificación del odio. Sostiene que la presencia de estímulos aversivos puede aumentar la activación emocional y cognitiva en los individuos, lo que a su vez puede intensificar la hostilidad y la agresión hacia otros. Además, ha investigado la influencia de factores sociales y culturales en la expresión del odio. Por ejemplo, encontró que la exposición a modelos agresivos puede aumentar la probabilidad de estos comportamientos en los individuos, especialmente cuando se experimenta provocación previa.
En esta línea, las propuestas pedagógicas proponen la persecución efectiva de los delitos de odio, con la finalidad de que se reconozca públicamente el problema y para prevenir situaciones futuras. (Besa, 2018).
El odio tiene que ver con la percepción de los otros-as como intrínsecamente malvados. El trabajo de Roy Baumeister identifica cuatro raíces del mal y la violencia, tres de las cuales son posibles bases para el odio. La primera es una creencia ideológica que define al propio grupo como virtuoso y al grupo enemigo como malvado. Este odio, basado en la percepción de maldad del otro, puede justificar la violencia como un medio legítimo para lograr metas idealistas, siendo más común en grupos religiosos o políticos, donde la validación colectiva refuerza las creencias individuales. La segunda raíz del odio es el deseo de venganza por injusticias y humillaciones, especialmente cuando estas amenazan el ego. Si una persona tiene una autoimagen positiva que no es reconocida por los demás, puede sentirse maltratada y buscar vengarse de aquellos a quienes percibe como responsables de su sufrimiento. La tercera base está relacionada con la codicia y ambición, cuando los intereses personales se ven obstaculizados por un rival. En este caso, las personas pueden recurrir a medios malévolos si consideran que los métodos legales son ineficaces. Finalmente, Baumeister menciona el sadismo, aunque menos relevante para el odio. El sadismo se asocia con la capacidad de adaptarse a la violencia; si bien inicialmente genera malestar, con la repetición de actos malévolos, este malestar disminuye, y el placer puede aumentar (Baumeister, 1999).
Una propuesta pedagógica interesante para desmontar las percepciones completamente estereotipadas de los otros-as es la de Jaaskelainen (2020). Para Jaaskelainen consiste en educar en el arte y poner en práctica una educación artística para que los y las adolescentes. En una línea parecida, Baker-Bell (2020) analiza el caso de las desigualdades lingüísticas entre los estudiantes que experimentan los estudiantes negros en las aulas de Lengua y Literatura Inglesa. Muestra cómo las percepciones de los estudiantes negros reflejan el racismo lingüístico antinegro interiorizado. El autor ofrece la Pedagogía Antirracista del Lenguaje Negro como un enfoque que los profesores de Lengua Inglesa pueden implementar para desmantelar el racismo lingüístico antinegro y la hegemonía cultural y lingüística blanca en sus aulas utilizando la novela de Angie Thomas (2017) The Hate U Give.
Albert Bandura (1925-2021) fue influenciado por la depresión económica y la recuperación de la posguerra, en un contexto donde los medios de comunicación masiva comenzaban a moldear el comportamiento humano. Su obra es fundamental para entender la agresión humana, y sostiene que esta se aprende a través de la observación y el refuerzo de comportamientos agresivos. Bandura distingue dos formas de agresión: la afectiva y la instrumental. La agresión afectiva se caracteriza por emociones intensas negativas, como la ira y el odio, que impulsan a la persona a actuar agresivamente en respuesta a una provocación percibida. En cambio, la agresión instrumental busca dañar a alguien para obtener un recurso, sin necesariamente implicar malicia hacia la víctima. También introdujo el concepto de desvinculación moral, que explica cómo las personas justifican sus acciones dañinas para evitar la responsabilidad. Estos mecanismos incluyen reconstruir cognitivamente la conducta para hacerla moralmente aceptable, difundir la responsabilidad hacia figuras de autoridad o grupos, minimizar los efectos perjudiciales y deshumanizar a las víctimas. De esta manera, las personas pueden actuar de manera dañina sin experimentar culpa o conflicto moral (Bandura, 1975).
Una respuesta desde las pedagogías actuales tiene que activar las capacidades para resolver conflictos de forma no violenta. Manejar las discusiones en el aula transmitiendo valores clave, y desarrollar la inteligencia emocional, pueden facilitar el desarrollo de la capacidad de percibir, expresar, facilitar, comprender y manejar las emociones propias y las de los demás sin necesidad de llegar al uso de la violencia (Rodriguez et al., 2022).
Ervin Staub, judío húngaro, investigó el odio y la violencia intergrupal, destacando la interacción entre factores individuales y contextuales. Gran parte de su obra se centró en los orígenes del odio en la sociedad contemporánea, con una mirada a los procesos psicológicos y sociales que subyacen a estos fenómenos y cómo prevenirlos. Staub argumenta que el odio y la violencia intergrupal resultan de factores como traumas históricos, tensiones socioeconómicas y dinámicas grupales conflictivas. Ejemplos de ello son los conflictos étnicos prolongados, las injusticias históricas y la desigualdad económica, que alimentan resentimientos entre grupos, exacerbando tensiones y propiciando la violencia (Staub, 2009).
Staub identificó la deshumanización y la falta de empatía como factores clave a nivel individual, y los traumas históricos y tensiones sociales como factores colectivos que promueven el odio. La exposición a la violencia puede desensibilizar a las personas, llevándolas a justificar actos violentos al percibir a los demás como menos humanos (Staub, 1999). Además, Staub exploró los efectos psicológicos de la violencia, señalando que los perpetradores pueden sentir culpa, remordimiento y disonancia cognitiva tras sus actos, mostrando que el odio afecta tanto a víctimas como a agresores. Asimismo, advierte que las dinámicas de conflicto perpetúan el ciclo de agresión y represalias (Sternberg y Sternberg, 2008).
Por otro lado, el trabajo de Robert J. Sternberg tiene influencia sobre como la violencia en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. La violencia y la agresión eran temas prominentes en la sociedad de ese momento. Además, Sternberg también fue influenciado por las condiciones económicas y sociales de la posguerra, incluyendo la pobreza, la desigualdad social y la discriminación racial. Robert J. Sternberg incorporó elementos cognitivos, emocionales y motivacionales en su explicación del odio. Identificó procesos cognitivos distorsionados, como la percepción selectiva y la atribución de intenciones maliciosas, y emociones como la ira, el miedo y la frustración. En el ámbito motivacional, Sternberg señaló los deseos de dominio, control y venganza como factores que impulsan el odio. Su "Teoría del Triángulo del Odio" considera que éste, puede ser entendido como una combinación de estos componentes, interactuando de manera que refuercen la hostilidad y el desprecio hacia el objetivo del odio (Sternberg y Sternberg, 2008). Explora cómo el odio puede ser el resultado de procesos cognitivos distorsionados, incluida la percepción selectiva y la atribución de intenciones maliciosas a los demás. Las personas propensas al odio pueden interpretar las acciones neutrales o ambiguas de los demás como hostiles, lo que alimenta sentimientos de resentimiento y animosidad (Sternberg y Sternberg, 2008).
Además, Sternberg examina el papel de las emociones en la experiencia del odio. Argumenta que puede estar impulsado por sentimientos intensos de ira, miedo, envidia o frustración, que se convierten en motivadores poderosos para la agresión. Estas emociones negativas pueden ser exacerbadas por experiencias pasadas de trauma, abuso o injusticia percibida, que crean un caldo de cultivo para el resentimiento y la hostilidad. Este autor también considera el odio desde una perspectiva motivacional, destacando cómo los deseos de dominio, control y venganza pueden alimentar actitudes y comportamientos execrables. Argumenta que las personas pueden recurrir al odio como una forma de afirmar su poder y estatus social, o para defenderse de amenazas percibidas a su identidad o bienestar. En su análisis, Sternberg reconoce que el odio puede ser una fuerza destructiva y corrosiva que socava la cohesión social y fomenta la violencia y el conflicto. Sin embargo, también sugiere que el odio puede ser una manifestación de necesidades psicológicas subyacentes, como la búsqueda de justicia, la protección de la autoestima o la preservación del sentido de identidad.
La pedagogía del malestar propuesta por Chang et al (2020) se propone justamente para investigar las intersecciones entre la política, el afecto y la experiencia de los y las adolescentes. Pues no es cierto que el poder corrompa la moralidad en todos los casos, sino que se pueden experimentar situaciones en las que desde las instancias de poder se invita al público a simpatizar con las personas migrantes o fomentar el amor frente al odio. Ese es, por ejemplo, el caso de las protestas KeepFamiliesTogether, en el que la vergüenza suprimió las críticas estructurales a la violencia del Estado estadounidense contra los inmigrantes, así como contra las familias y los jóvenes negros, indígenas y pertenecientes a minorías. Esa campaña presenta un modo de construir coaliciones históricamente más sensibles e interseccionales para la justicia migratoria y educativa.
Hannah Arendt, (1906 Alemania-1975 EEUU), judía alemana, estuvo detenida por los nazis, logró huir y se exilió a los Estados Unidos. Introdujo el concepto de "La banalidad del mal" (Arendt, 2013). Esta idea desafía la noción convencional de que el mal es un fenómeno extraordinario y monstruoso perpetrado por individuos profundamente malvados. En su lugar, Arendt argumenta que el mal puede manifestarse de manera ordinaria y cotidiana, llevado a cabo por personas aparentemente comunes y corrientes que actúan sin reflexión moral.
En abril de 1961, comenzó en Jerusalén el juicio contra Adolf Eichmann, el principal artífice del plan nazi para exterminar a los judíos. La filósofa Hannah Arendt estuvo presente en el juicio como corresponsal de un periódico estadounidense. Los psiquiatras presentes en el juicio describieron a Eichmann como un individuo obsesionado con matar. Sin embargo, Arendt percibió a un hombre común, sin grandes aspiraciones, extremadamente obediente y orgulloso de su labor, aunque ésta consistiera en la eliminación de millones de personas. Eichmann no actuó por un deseo malévolo de hacer daño, sino más bien por una ciega obediencia a las órdenes y por su afán de seguir adelante en su carrera burocrática. Este análisis indica que personas ordinarias pueden llevar a cabo actos de extrema crueldad sin una motivación especial o una psicología diferente a la de la mayoría (Canto y Álvaro, 2015).
La tesis de Arendt destaca la capacidad del ser humano para abdicar de su responsabilidad moral y participar en actos de atrocidad sin cuestionar sus acciones. Arendt argumenta que la "banalidad del mal" es un fenómeno peligroso porque sugiere que el mal puede proliferar en situaciones en las que las personas se desvinculan de su conciencia moral, no asumen la responsabilidad de sus actos. Este concepto subraya la capacidad de los individuos para cometer atrocidades no por una inherente maldad, sino por una obediencia ciega y una falta de cuestionamiento de las órdenes recibidas (Arendt, 2013).
La tesis de Arendt ha tenido enorme influencia en las ciencias sociales para entender fenómenos sociales como el poder, la violencia y el odio. Los estudios señalan que, en lo que se refiere a los discursos de odio online, se produce una asociación significativa entre perpetradores y espectadores de los discursos de odio, asociación que se ve mediada por la desinhibición que se produce en los adolescentes en el mundo online (Wachs y Wright, 2018; Wachs et al., 2022). Otras propuestas resaltan la necesidad de aumentar la confianza en las instituciones, la pacificación social o la re-definición de lo que se considera como políticamente correcto (Molnar, 2021).
Stanley Milgram (1933 EEUU-1984 EEUU) su trabajo se encuadra en un contexto en los que se estaban produciendo los juicios a criminales de guerra nazis y el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. Los experimentos de Stanley Milgram son uno de los estudios más influyentes en psicología social, destacando por su capacidad para arrojar luz sobre la naturaleza de la obediencia a la autoridad y sus implicaciones éticas. Milgram diseñó una serie de experimentos para investigar hasta qué punto las personas obedecerían las órdenes de una autoridad, incluso cuando esas órdenes implicaban infligir dolor extremo a otros individuos.
El experimento consistía en que los participantes, actuando como "profesores", administraran descargas eléctricas crecientes a un "aprendiz" cada vez que este último respondiera incorrectamente a preguntas. Lo que los participantes no sabían era que el "aprendiz" era un cómplice del experimentador y que las descargas eléctricas eran falsas (Milgram, 1973). Los hallazgos de Milgram fueron sorprendentes. A pesar de que muchos participantes mostraron angustia y malestar al administrar las descargas eléctricas, la gran mayoría continuó obedeciendo las órdenes del experimentador hasta el final, incluso cuando creían que estaban causando un dolor extremo al "aprendiz". Algunos participantes incluso llegaron a administrar las descargas máximas, a pesar de las súplicas de los "aprendices" y las señales de malestar evidentes. Estos descubrimientos revelaron la profundidad del poder de la autoridad y la disposición de las personas a obedecer incluso cuando sus acciones violaban sus propios valores morales y éticos. Los experimentos de Milgram plantean preguntas importantes sobre la naturaleza de la obediencia y la responsabilidad individual en situaciones donde la autoridad ejerce presión para actuar de manera contraria a la conciencia.
Su investigación indicó que la obediencia a la autoridad puede llevar a la renuncia de la responsabilidad individual y facilitar comportamientos destructivos. Su trabajo corroboraba las conclusiones de los análisis llevados a cabo por Arendt cuando resaltaba que las personas comunes pueden llegar a infligir un daño extraordinario a otros por seguir las órdenes de una autoridad y centrarse en la ejecución de la tarea en lugar de en sus consecuencias (Canto y Álvaro, 2015).
Philip Zimbardo creció en un barrio pobre de Nueva York, donde la violencia y la criminalidad eran comunes. Estas experiencias le llevaron a interesarse por el comportamiento antisocial y la delincuencia. Más tarde, durante los años 60 y 70, el clima social en Estados Unidos estaba marcado por movimientos de derechos civiles, protestas contra la guerra de Vietnam y una creciente conciencia sobre los derechos humanos. Este ambiente de agitación social y cuestionamiento de la autoridad influyó en su interés por la obediencia, la conformidad y el poder de las situaciones sociales.
Zimbardo explora cómo las personas pueden ser influenciadas por el entorno social y las dinámicas de poder para participar en actos de crueldad extrema. Argumenta que cuando se les da poder sobre otros y se encuentran en situaciones que deshumanizan a los demás, las personas pueden ser susceptibles a la corrupción moral y la adopción de roles violentos (Zimbardo, 2007).
El experimento de la prisión de Stanford, llevado a cabo por Zimbardo en 1971, es un ejemplo destacado de cómo las situaciones pueden influir en el comportamiento humano. En este estudio, los participantes asignados al papel de guardias en una simulación de prisión desarrollaron comportamientos abusivos y crueles hacia los prisioneros en un corto período de tiempo, a pesar de no tener ninguna predisposición previa a actuar de esa manera. Este experimento ilustra cómo el entorno puede moldear y distorsionar la moralidad de las personas, llevándolas a cometer actos que de otro modo considerarían inaceptables (Zimbardo, 2007). Philip Zimbardo argumentó que el mal es a menudo el producto del comportamiento de personas comunes en circunstancias extraordinarias y confrontadas con situaciones que no pueden afrontar. Sus formas y estrategias pasadas para resolver problemas no funcionan en estas situaciones. Al mismo tiempo, las autoridades o la presión de sus pares pueden impulsarlos a cometer atrocidades. Hay muchas variables situacionales que transforman a personas amables en perpetradores de actos que no habrían pensado antes de poder llevar a cabo. Algunas de estas variables son (a) difusión de responsabilidad, (b) obediencia a la autoridad, (c) anonimato y (d) deshumanización.
En esa línea, se afirma que es más fácil perpetrar un delito cuando otras personas también participan en las acciones. Del mismo modo, es más fácil dañar a personas que no son vistas como individuos, sino como animales. Estas y muchas otras variables, como la socialización y la educación, pueden contribuir a que las personas cometan malas acciones en circunstancias particulares, sin que la gente necesariamente tenga que ser mala por disposición.
Zimbardo también ha destacado la importancia de la "curva del poder" en la determinación del comportamiento humano. Según esta teoría, cuanto más poder tiene una persona sobre los demás, mayor es la probabilidad de que abuse de éste y cometa actos de crueldad. Esto se debe a que el poder puede corromper la moralidad y fomentar la adopción de comportamientos despiadados en aquellos que lo poseen (Zimbardo, 2007).
En esta línea, Koss y Greenblatt proponen trabajar en profundidad una novela contemporánea, The Assignment de Liza Wiemer, referida a la violencia curricular y sus efectos en los estudiantes (Koss and Greenblatt, 2023). Estos autores identifican cuatro formas en las que la novela puede utilizarse como elemento perturbador: en primer lugar, analizando la estructura y el lenguaje del texto; en segundo lugar, ahondando en las prácticas pedagógicas y la violencia curricular. En tercer lugar, proponen centrarse en la dinámica de poder alumno/compañero/figura de autoridad. Por último, señalan que se puede llevar a cabo un cuestionamiento de las creencias aceptadas que pueden conducir a los prejuicios, el odio y el antisemitismo.
Existen múltiples definiciones de odio, pero todas enfatizan el rechazo hacia el objeto del odio, la intención de dañar al sujeto odiado, y la intensidad y persistencia del sentimiento. Las ciencias sociales se han focalizado principalmente en las relaciones interpersonales y grupales a la hora de definir y estudiar este fenómeno social. Las teorías presentadas en este artículo sugieren que el odio no es un fenómeno unidimensional, sino que es el resultado de una interacción compleja entre factores psicológicos y sociales. Así pues, para abordar el odio de manera efectiva, es crucial considerar esta complejidad y desarrollar intervenciones que aborden tanto las causas subyacentes como las manifestaciones específicas de esta emoción.
Es evidente que el odio es una emoción multifacética influenciada por una amplia gama de elementos individuales, sociales e históricos. En este artículo hemos revisado las principales teorías que lo han conceptualizado, y también hemos identificado las propuestas pedagógicas que pretenden transformarlo.
Las teorías que enfocan el estudio del odio como impulso primario, (Sigmund Freud, Konrad Lorenz y Erich Fromm) encuentran su respuesta en las propuestas de juego y deportes como modo de encontrar una catarsis. Las que consideran el odio como un fenómeno que tiene que ver con la formación de grupos (Alport) encuentran su respuesta en las propuestas que tienen que ver con los juegos de roles o el desarrollo de la empatía. Las que lo explican por la maldad inherente a los otros- as encuentran una respuesta en las propuestas pedagógicas que proponen trabajar los prejuicios y estereotipos. Las teorías que proponen el odio como un recurso para conseguir objetivos (Albert Bandura) encuentran su respuesta en propuestas pedagógicas que cuestionan el uso de la violencia. Las teorías que se centran en las tensiones socioeconómicas, conflictos étnicos o desigualdades de género (Ervin Staub, y Robert J. Sternberg) encuentran una respuesta en las propuestas pedagógicas que reclaman justicia social. Por último, las teorías que sitúan el odio en el marco de las relaciones de poder (Hannah Arendt, Stanley Milgram y Philip Zimbardo) encuentran su respuesta en las propuestas pedagógicas encaminadas a trabajar los efectos de la violencia curricular. Así pues, las pedagogías actuales buscan reflexionar sobre el odio buscando formas de construir un nosotros-as desde un punto de vista crítico que resalta el compromiso de las docentes y estudiantes para producir poner en marcha pedagogías decoloniales, antirracistas y feministas (Yoshimizu, 2023).
Estas propuestas pedagógicas no sólo se refieren a las actividades que se desarrollan en el aula, pues pretenden también desarrollar la colaboración entre el sistema educativo, familias y comunidades para abordar el odio y la discriminación.
Con el apoyo del proyecto Efectos de los discursos de odio en las relaciones offf line de los y las adolescentes del poniente almeriense (DIS-ODIO) bajo la subvención PID2021-127113OB-I00.
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